jueves, 2 de diciembre de 2010


LLEGAR A LA FUENTE CON LAS MANOS VACÍAS:


No es difícil que advenga la compasión cuando el corazón no está lleno con las astutas cosas de la mente. Es la mente con sus exigencias y temores, sus apegos y rechazos, sus determinaciones e impulsos, la que destruye el amor. AH! Cuán difícil es ser sencillos respecto de todo esto!

No necesitamos filosofías y doctrinas para ser amables y bondadosos. Los eficientes y poderosos del país se organizarán para alimentar y vestir a la gente, para suministrarle albergue y cuidados médicos. Esto resulta inevitable con el rápido incremento de la producción; es la función de un gobierno bien organizado y de una sociedad equilibrada.

Pero la organización no origina generosidad del corazón y de la mano. La generosidad proviene de una fuente muy distinta, una fuente mas allá de toda medida. La ambición y la envidia la destruyen tan firmemente como el fuego quema. Esta fuente debe ser alcanzada, pero uno tiene que llegar a ella con las manos vacías,

sin
plegarias, sin sacrificios. Los libros no pueden enseñarnos acerca de esta fuente, ni hay gurú que pueda conducirnos a ella. Esta fuente no puede alcanzarse mediante el cultivo de la virtud (si bien la virtud es necesaria), ni por medio de la capacidad y la obediencia. Cuando la mente está serena, sin movimiento alguno, la fuente está ahí. La serenidad carece de motivo, está libre del impulso.

30 de noviembre;

Comentarios sobre el vivir, Series I, II y III - Serie II

(Enviado por Maximiliano)

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