jueves, 8 de marzo de 2012

DESMINTIENDO MITOS DE LA INDUSTRIA:
LA LECHE NO ES BUENA...

En más de una ocasión en M.D. se ha hablado sobre ciertos alimentos y lo perniciosos que en exceso son para el organismo. Yo mismo hablé del asunto de los hidratos de carbono y de los aditivos alimentarios. Es por esto que hoy voy a hablarles de la leche y sus derivados. ¿Se han dado cuenta que el hombre es el único animal que sigue tomando leche después del “destete”? ¿No le parece ilógico, contraproducente o antinatural? 
La leche animal y sus derivados se encuentran actualmente entre los alimentos de mayor consumo del mundo. Aunque no siempre fue así: ¿no se ha preguntado nunca por qué existen culturas que desayunan carnes, huevos o cualquier otra cosa menos leche? De común se habla inmensamente de sus propiedades nutritivas y lo imprescindibles que son para crecer sanos y fuertes. Pero, ¿es eso verdad o una vez más hemos sido engañados, siendo que estos productos no son precisamente salubres? 


Si nos paramos a pensar, aunque sea brevemente – y aunque hoy día no esté en boga – llegaremos a una serie de interesantísimas conclusiones. Por ejemplo: La leche que produce cada especie mamífera es única y está desarrollada específicamente para su especie en sí y no para otra, debido a que cada animal tiene su propia estructura biofísica y sobretodo metabólica. Los nutrientes que la leche de cada especie productora puede contener han sido creados de una manera específica porque es lo que necesita su cría para desarrollarse. Obviamente la composición de cada tipo de leche varía en función del animal, de la raza, del alimento que haya recibido, de su edad, del periodo de lactancia, de la época del año y del sistema de ordeño, entre otras variables. Explicado de forma sencilla, y para que se haga una idea, tenga en cuenta lo siguiente: 


Una vaca posee 4 estómagos, ¿Cuántos posee usted? La edad de madurez de una vaca se alcanza a los 2 años y no siguen tomando leche. En los humanos se baraja que entre los 2 y los 7. ¿Por qué nosotros seguimos con la ingesta láctea? Por un factor netamente cultural. Dicho de otro modo, porque nos lo dicen. La mayoría de personas cree que tomar leche es nutritivo, de hecho los nutricionistas occidentales – que no otros, añado – la recomiendan para mantener la salud, sobre todo la de los huesos. Millones de norteamericanos prácticamente la toman en lugar de agua. Sin embargo es precisamente en Estados Unidos, el mayor consumidor mundial de leche, donde más incidencia de osteoporosis hay entre su población. 


El principal componente de la leche es el agua. Su presunto interés nutritivo radica en que además contiene grasas (ácidos grasos saturados y colesterol), proteínas (caseína, lactoalbúminas y lactoglobulinas), glúcidos (lactosa, fundamentalmente), vitaminas (cantidades moderadas de A, D y del grupo B) y minerales (fósforo, calcio, zinc y magnesio). Según los resultados del Proyecto Cornell Oxford-China de Nutrición, Salud y Medio Ambiente quedó demostrado – entre otras cosas – que la leche animal desmineraliza a los adultos. 


Comprobó que las mujeres que no tomaban leche por tomar arroz y vegetales, no padecían osteoporosis. Sin embargo, si introducían la leche en su dieta sus niveles de calcio bajaban y aumentaba la incidencia de esa patología. Insisto: ¿Se ha preguntado alguna vez porque existen culturas en las que se desayunan carnes y vegetales? El trabajo del doctor William Ellis, ex presidente de la Academia Americana de Osteopatía Aplicada, estableció que las personas que toman de 3 a 5 vasos de leche diarios presentan los niveles más bajos de calcio en sangre. Agregando que tomar mucha leche implica ingerir grandes cantidades de proteínas lácteas y éstas producen un exceso de acidez que el organismo intenta compensar mediante la liberación de minerales alcalinos como lo es el Calcio. Por otro lado, hay que hablar del principal componente de la leche: La caseína. Los valores de caseína encontrados en la leche – esta de vaca – son aproximadamente el doble que la leche materna. Pues bien, se sabe que el niño lactante asimila completamente las caseínas de la leche materna… pero no las de la leche de vaca. Tales proteínas sólo se digieren parcialmente por el efecto neutralizador de la leche sobre la acidez gástrica, indispensable para su ruptura. 


Esto provoca una solución saturada en la que la totalidad de la caseína no ha sido digerida. Siendo que la caseína se adhiere a los folículos linfáticos del intestino impidiendo la absorción de otros nutrientes (de hecho la caseína se utiliza como pegamento para papel o madera). La leche humana contiene 45 gramos de lípidos por litro de los que el 55% son ácidos grasos poliinsaturados y un 45% saturados. Teniendo, además, un elevado contenido en ácido linoleico, precursor de prostaglandinas y leucotrienos antiinflamatorios. En cambio la leche de vaca – la más consumida – contiene un 70% de ácidos grasos saturados y un 30% de poliinsaturados. Una estructura que favorece la formación de prostaglandinas y leucotrienos inflamatorios, en oposición a los antiinflamatorios de la leche humana. 


La pasteurización y la homogeneización provocan que las grasas saturadas atraviesen las paredes intestinales en forma de pequeñas partículas no digeridas lo que inexorablemente aumenta los niveles de colesterol y grasas saturadas en sangre. Además el contenido en colesterol de la leche es superior al de otros alimentos famosos por ser ricos en ese elemento. De hecho algunos países ya han retirado la leche de la lista de alimentos fundamentales para la dieta porque se ha observado que los niños que acostumbran a tomar varios vasos de leche al día tienen sus arterias en peores condiciones que los que no la toman. Concretamente como un “fumador” – que digo yo supuesto – con un estilo de vida sedentario. 


En Estados Unidos, según su Departamento de Agricultura casi el 40% de la comida diaria que ingieren los norteamericanos consiste en leche y/o productos lácteos. Lo cual significa que un estadounidense medio toma diariamente sólo con los productos lácteos 161 miligramos de colesterol. Y eso es tanto como ingerir ¡53 lonchas de beicon al día! A tenor de lo expuesto son cada vez más las voces que alertan de la posible relación – directa o indirecta – entre el consumo de leche y las dolencias que se relacionan a continuación, que aunque es largo de leer considero necesario exponer para tener una idea aproximada de lo que hablo y porqué. Estas afecciones son: 


Anemia ferropénica. La mitad del resto de las anemias que se producen en Estados Unidos están relacionadas con el consumo de leche y sus derivados por los pequeños sangrados gastrointestinales que la leche suele provocar. 
Artritis Reumatoidea y Osteoartritis. 
Está constatado que los complejos antígenos – anticuerpos generados por la leche – se depositan en las articulaciones provocando su inflamación y entumecimiento. Estudios realizados en la Universidad de Florida (Estados Unidos) confirman que los síntomas se agravan en pacientes con Artritis Reumatoidea que consumen leche. Por otro lado, en un artículo publicado en la revista Scandinavian Journal of Rheumatology se afirmaba que en personas afectadas de esa patología que dejaron de ingerir lácteos y tomaron sólo agua, té verde, frutas y zumos vegetales entre 7 y 10 días la inflamación y el dolor disminuyeron significativamente. Agregando que cuando alguno volvía a una dieta “lacto-ovo-vegetariana” los síntomas reaparecían. 
Asma. Se sabe que la leche puede estimular la producción excesiva de mucosa en las vías respiratorias y que la alergia a la leche es causa de asma. Además está completamente demostrado que los niños con exceso de mucosidad y dificultades respiratorias a los que se les retira la leche de vaca mejoran de forma sorprendente. 
Autismo. Investigadores italianos descubrieron que los síntomas neurológicos de los pacientes autistas empeoran cuando consumen leche en combinación con el trigo (el desayuno de los campeones, vaya). Se cree que los péptidos de la leche pudieran tener un efecto tóxico en el sistema nervioso central al interferir con los neurotransmisores. En sus investigaciones los doctores de la Universidad de Roma notaron una mejoría marcada en la conducta de esos enfermos tras dejar de ingerirla ocho semanas. En su sangre había altos niveles de anticuerpos contra la caseína, la lactoalbúmina y la betalactoglobulina. 
Cáncer de estómago. Investigadores del Instituto Nacional de Salud Publica de Morelos (México) encontraron un aumento significativo del riesgo de contraer cáncer de estómago en pacientes que consumían productos lácteos. 
Cáncer de mama. La leche está considerada por muchos expertos causa directa de este “tipo” de cáncer. Un dato adicional es que: una de cada 10.000 mujeres muere de cáncer de mama en China (donde no está generalizada la ingesta láctea), mientras que sólo en el Reino Unido las cifras oficiales hablan de una de cada 12.

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