Leyenda
del Descenso de la Diosa:
En este mundo, la Diosa se nos muestra
en la Luna, la luz que esplende en la Obscuridad, la que trae la lluvia, la que
mueve las mareas, Señora de los Misterios. Y así como la Luna crece y mengua, y
marcha por tres noches de su ciclo en plena Obscuridad, de igual manera, se
dice, la Diosa pasó una vez tres noches en el Reino de la Muerte.
En los tiempos antiguos de Invierno
nuestro Señor, el Astado, era, como lo ha sido siempre, El Que Consuela, El Que
Alivia; mas los humanos lo conocían como el Terrible Señor de las Sombras
–solitario, adusto, e inconmovible.
Mas nuestra Señora y Diosa con
frecuencia se dolía hondamente por el destino de Sus creaciones al verlas
envejecer y morir. Quiso resolver todos los Misterios, incluso el Misterio de
la Muerte. Puesto que, enamorada, Ella busca siempre a Su otro Yo, y una vez,
en el Invierno del año, cuando Él había desaparecido de la verde Tierra, Ella
lo siguió y llegó por fin a las Puertas más allá de las cuales los vivos no van
jamás. De manera que viajó al Mundo Inferior en Su bote, por el Río Sagrado del
Descenso.
El Guardián de la Puerta La desafió,
exigiendo una de Sus prendas a cambio del acceso, ya que nada puede ser recibido
salvo que algo sea dado a cambio. Y en cada una de las puertas hubo la Diosa de
pagar el precio del acceso, ya que los Guardianes le dijeron:
“Despojaos de Vuestras vestimentas, y
haced a un lado Vuestras joyas, puesto que nada podéis traer con Vos a éste
nuestro Reino”.
De esta manera Ella se despojó de Sus
ropas y de Sus joyas, entregándolas a los Guardianes, ya que nada puede ser
llevado a aquellas regiones. Por amor, Ella fue atada como deben serlo todos
los seres vivos que buscan entrar en el Reino de la Muerte y de los Poderosos.
En la primera Puerta Ella entregó Su
cetro; en la segunda, Su corona; en la tercera, Su collar; en la cuarta, Su
anillo; en la quinta, Su faja; en la sexta, Sus sandalias; y en la séptima, Su
vestido.
La Diosa quedó desnuda, y fue conducida
a la presencia misma del Dios Obscuro.
Él la amó, pues tal era Su belleza, y
se arrodilló a Sus pies al verla entrar, colocando ante Ella Su espada y Su
corona, y besó Sus pies, diciendo:
“Benditos sean Vuestros pies, que Os
han traído por este camino”.Entonces se incorporó, y dijo a la Diosa:“No
tornéis al mundo de los vivos, mejor permaneced aquí conmigo; permitidme poner
Mi fría mano en Vuestro corazón, y tened paz y reposo y consuelo”.
Mas Ella respondió:
“Pero Yo no Os amo, pues ¿por qué
provocáis que todas las cosas que Yo amo, y que me deleitan, mueran y se
marchiten?”
Señora”, dijo Él; “es contra la edad y
el destino que protestáis, ante los cuales nada puedo hacer. Es el destino de
cuanto vive morir. A causa de la edad, todo pasa; todo se marchita. Pero cuando
los seres vivos mueren al final del tiempo, Yo traigo alivio y consuelo a
aquellos que pasan por las Puertas, para que puedan rejuvenecer de nueva
cuenta. Por un tiempo habitan ellos con la Luna, y con los espíritus de la Luna;
entonces pueden ellos retornar al mundo de los vivos. ¡Pero Vos! Sois hermosa.
Sois el deseo de Mi corazón –no tornéis, mejor permaneced aquí conmigo”.
Mas Ella respondió:
“No os amo”.
De nuevo se postró el Dios, y besó las
rodillas de Ella, diciendo:
“Benditas sean Vuestras rodillas, que
se postran ante el Altar. Permaneced aquí conmigo; permitidme poner Mi fría
mano en Vuestro corazón”.
Mas Ella respondió:
“No Os amo, y Soy necesaria en el Reino
de la Vida”.
El Dios, de rodillas todavía, besó el
vientre de Ella, diciendo:
“Bendito sea Vuestro vientre, sin el
cual ninguno de nosotros sería. Permaneced aquí conmigo; permitidme poner Mi
fría mano en Vuestro corazón”.
Mas ella respondió:
“Aunque siento retoñar el amor por Vos,
debo retornar con aquellos a quienes amo en plenitud, en el Mundo de la
Creación”.
El Dios, incorporándose entonces, la
besó en sus senos, diciendo:
“Benditos sean Vuestros senos, formados
con fuerza y belleza. Permaneced aquí conmigo; permitidme poner Mi fría mano en
Vuestro corazón”.
Mas ella respondió:
“Aunque siento el amor por Vos, debo
retornar con aquellos por quienes soy responsable, en el Mundo de la Creación.
No puedo hacer esto, mejor retornad Vos conmigo”.
Respondió el Dios:
“Señora, no puede ser. Si hubiese Yo de
abandonar Mi reino, y abandonase a aquellos que buscan Mi consuelo y reposo,
entonces la Rueda no giraría más. La edad y la debilidad reclamarían a Vuestras
creaciones que amáis, y en ninguna parte encontrarían reposo, paz y reunión con
aquellos que antes partieron. Y ya no habría lugar para los nuevos, únicamente
para los marchitos, los fatigados, y los inertes”.
Besó entonces los labios de Ella,
diciendo:
“Benditos sean Vuestros labios, que
pronunciarán los Nombres Sagrados. Permaneced aquí conmigo; permitidme poner Mi
fría mano en Vuestro corazón”.
Mas ella respondió:
“Aunque Os amo, debo retornar. Si
hubiese Yo de abandonar el Mundo de la Creación, y desamparase a Mis criaturas,
entonces la Rueda no giraría más. Las mujeres dejarían de parir, y las semillas
no germinarían más. Y Vuestro Reino sería colmado con todas Mis criaturas, que
vendrían en busca de Vuestro consuelo, sin poder jamás retornar al mundo de los
vivos”.
Dijo entonces el Dios:
“Si Os negáis a recibir Mi mano en
Vuestro corazón, y puesto que habéis venido a Mi Reino, deberéis postraros
entonces ante el flagelo de la Muerte, pues tal es el destino de todos los que
vienen aquí”.
Respondió la Diosa:
“Es el destino –así es mejor”.
Así pues, la Diosa se arrodilló en
sumisión ante el flagelo de la Muerte, empuñado por el Dios, cuyo corazón fue
asimismo flagelado con cada golpe que infligía; y Él la azotó con tal ternura
en Su mano que Ella gritó:“¡Conozco Vuestro dolor, y los dolores del amor!”
El Dios la puso de pie y dijo:
“Bendita seáis, Mi Reina y Mi Señora.
Quisiera que hubieseis aceptado Mi mano en Vuestro corazón, para que esto jamás
deviniera”.
Mas Ella respondió:
“Coloquemos ambos Nuestras manos, cada
uno en el corazón del Otro, de tal manera reclamándonos cada Uno al Otro, y
uniéndonos ambos entre Nosotros. De esta manera, Yo regiré Mi Reino de la
Creación, el nacimiento y la vida; mas compartiré con Vos Vuestro Reino de la
Muerte, el rejuvenecimiento, y el reposo. Unámonos en perfecto Amor y perfecta
Confianza, para que el Universo sea completo y la Rueda gire por siempre”.
Y dijo el Dios:
“Bendita seáis, Mi Reina y Mi Señora;
esto es, en efecto, sabiduría. ¡Así debe ser!”
Entonces le dio de nueva cuenta los
cinco besos de la iniciación, diciendo:
“Únicamente así podéis Vos alcanzar el
conocimiento y la alegría”.
Ella permaneció con Él tres días y tres
noches, y Él le enseñó todos Sus Misterios, y Su Magia. Y Ella le enseñó a Él
Sus Misterios. Se amaron y se unieron el Uno con el Otro.
Y al final de la tercera noche, Ella
tomó la Corona de Él, y ésta se convirtió en un círculo que Ella puso alrededor
de Su propio cuello, diciendo:
“He aquí el círculo del renacimiento. A
través de Vos, todo pasa y abandona la vida, pero a través de Mí todo puede
nacer una vez más. Todo pasa; todo cambia. Incluso la muerte no es eterna. Mío
es el Misterio del vientre, que es el Cáliz sagrado, el Caldero del
Renacimiento. Entrad en Mí y conocedme, y Seréis libre de todo miedo. Pues al
igual que la vida no es sino un viaje hacia la muerte, así la muerte no es sino
un pasaje de vuelta a la vida, y en Mí el círculo gira por siempre”.
Con amor, Él entró en Ella, y así
renació en la vida. Todavía es Él conocido como Señor de las Sombras, el que da
alivio y consuelo, el que abre las Puertas, el Rey del País del Estío, el dador
de paz y reposo. Pero Ella es la Madre gentil de toda vida; de Ella todas las
cosas proceden y a ella retornan de nuevo. En Ella están los Misterios de la
muerte y el nacimiento; en Ella está la consumación de todo amor.
Puesto que hay tres Misterios en la vida
humana, que son: Nacimiento, Muerte y Renacimiento, y el Amor los controla a
todos. Para consumar el Amor, debéis retornar de nuevo al mismo tiempo y lugar
que aquellos que amaron antes. Y debéis encontrar, reconocer, recordar, y
amarlos de nueva cuenta. Mas para renacer debéis morir y ser preparado para un
nuevo cuerpo. Y para morir debéis nacer, mas sin Amor no podréis nacer entre
los vuestros.
Mas nuestra Diosa se inclina siempre
por favorecer al Amor, así como a la alegría y a la felicidad. Ella custodia y
atesora a Sus hijos ocultos en la vida presente y en la posterior. En la muerte
Ella nos revela el camino que conduce a Su comunión, y en la vida Ella nos
enseña la Magia del Misterio del Círculo, el cual se encuentra entre los mundos
de los humanos y de los Dioses.
De tal manera nos son enseñados los
orígenes de la Rueda del Año, cuyo gobierno es compartido por el Señor y la
Señora, y cómo es que cada Uno brinda y comparte un equilibrio con el Otro.
Como fue en la hora de nuestro
comienzo, así es ahora, así siempre será.
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