Dicen que el león no pelea con
hienas… no porque no pueda. Sino porque no lo necesita.
Podría destruirlas en segundos.
Podría rugir, atacar, aplastar.
Pero no lo hace.
Porque el león no pierde tiempo con lo que
no vale la pena.
No responde provocaciones.
No discute con quien solo viene a
molestar.
Observa, calla, y sigue su camino.
Y lo más curioso…
es que las hienas, aunque lo rodean, lo
gritan, lo provocan…
no lo atacan, solo lo ven pasar.
Como si supieran que tocarlo… sería un
error.
Porque la fuerza del león no está en
pelear…
está en elegir cuándo no hacerlo.
Y aunque lo desafíen,
él se mantiene en calma.
Porque sabe lo que es.
Porque no necesita demostrarlo.
Así también hay personas que aprendieron a
no responder.
A no entrar en juegos ajenos.
A no rebajarse.
No porque sean débiles…
sino porque ya no están para perder su paz
por cualquier ruido.
Hay momentos en la vida en los que
entiendes:
que no todo merece tu energía.
Que hay cosas que no se resuelven
peleando,
sino ignorando con dignidad.
Y cuando aprendes eso…
tu silencio se vuelve más fuerte que mil
gritos.
* * *
Susana Rangel
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