viernes, 14 de octubre de 2011


DELFOS, EL Oráculo más famoso del mundo

Zeus soltó dos águilas desde los extremos de la tierra y ambas se cruzaron en Delfos, un lugar que estuvo consagrado inicialmente a la diosa de la tierra, Gea. Para apoderarse del templo, Apolo mató al dragón Tifón que lo resguardaba. El sitio recibió entonces el nombre de Pytho -el que pudre- debido a que allí murió el monstruo. Luego Apolo se transformó en delfín -de ahí, Delfos- y desvió una nave cretense cuya tripulación acabó convirtiéndose en el primer estamento de servidores del templo. Allí fue situada una piedra conocida como el onfalos, el ombligo del mundo. Su influencia fué tal, que se no se decidían guerras sin los consejos de su pitonisa o adivina, e incluso algunos imperios se desplomaron por no escucharlo.

Emplazado en un agreste paraje del golfo de Corinto, en la Grecia central, Delfos muestra las ruinas del que en su día fue el oráculo más famoso del mundo. A 600 metros de altura respecto al nivel del mar, un lugar que estuvo consagrado inicialmente a la diosa de la tierra, Gea. Reyes y campesinos, griegos u orientales, los hombres de la Antigüedad se dirigía al templo de Apolo en Delfos para averiguar, por intermedio de la pitonisa, lo que les depararía el destino. Cientos de personas en peregrinación esperaban el espectacular trance que revelaba la palabra divina. Su influencia era tal, que se decidían guerras según los consejos del oráculo; algunos imperios incluso se habrían desplomado por no escucharlo.
La mitología relata que Zeus soltó dos águilas desde los extremos de la tierra y ambas se cruzaron en Delfos, señalando el centro del mundo. Allí fue situada una piedra conocida como onfalos -el ombligo del mundo- y simbolizando por ello el centro del universo. Otra leyenda afirma que su hijo Apolo mató en el lugar a una monstruosa serpiente llamada Pitón y asentó su oráculo en el lugar que ocupaba el de Gea, utilizando a una sacerdotisa llamada Pitonisa, como médium para responder a los visitantes.

Por su parte, en La Iliada, Homero relata la fundación del templo. En tiempos remotos, había en el lugar un oráculo dedicado a Gaia, antigua divinidad de la tierra. Este era resguardado por el terrible dragón Tifón. Para apoderarse del templo, Apolo mató a Tifón en un combate épico. El sitio recibió entonces el nombre de Pytho, que significa yo hago pudrir, debido a que allí se pudrió el monstruo. Luego Apolo se transformó en delfín -de ahí, Delfos- y desvió una nave cretense: la tripulación retenida formaría el primer estamento de servidores del templo y el dios les prometió venir todos los años a aconsejar a los humanos.

El trance de la Pitonisa
La pitonisa, intermediaria entre el dios y los hombres, es el personaje más importante del santuario. Según el historiador griego Diodora de Sicilia, las primera pitonisas fueron jóvenes vírgenes, pero la tradición cambia el día en que un consultante, arrastrado por sus bajos instintos, viola a una de ellas. Son entonces reemplazadas por mujeres de unos cincuenta años, generalmente simples campesinas de la región. No era necesario que poseyesen un don particular, dado que tan son sólo eran el instrumento de Apolo.
El día del oráculo, la pitonisa se purificaba con un baño ritual y se vestía de gala. Luego se ubicaba en lo más profundo del santuario, sobre un trípode de oro. Alli respiraba la exhalación sagrada -pneuma enthousiastikon- y sin duda alucinógena, que emanaba de una grieta del suelo. Entraba en trance y se transformaba en la voz de Apolo.

Llegaron a ser necesarias tres pitonisas, que se turnaban para responder las preguntas. Existen dos explicaciones para explicar el funcionamiento del oráculo. Una afirma que la pitonisa entraba en trance masticando hojas de laurel. Otra, la más aceptada y mencionada, que se reclinaba sobre un trípode colgado en el abismo de una grieta sagrada de la que emanaban vapores tóxicos. Por su influencia se emitían sonidos y palabras incoherentes que los sacerdotes o prophetes interpretaban como respuestas de Apolo.
Peregrinos de toda Grecia e incluso extranjeros se acercaban al oráculo caminando desde Atenas o en barco hasta el puerto llamado Itea en la actualidad. Llegados al magnífico templo de Apolo ascendiendo el Monte Parnaso por la Via Sacra, se purificaban en las aguas de la fuente de Castalia. Entonces salpicaban una cabra con agua fría y si temblaba con todo el cuerpo era sacrificada y el peregrino autorizado a hacer su pregunta. Luego pagaba su tarifa y esperaba a ser atendido. La pitonisa recibía la pregunta escrita en una tablilla y entraba en trance para responderla. Un sacerdote interpretaba los balbuceos y la escribía en verso entregándosela al peregrino.

Las respuestas solían ser más consejos que verdaderas predicciones, y eran tan famosas por su ambigüedad como por sus aciertos, que no sólo elevaron a Delfos a la consideración del oráculo más fiable, sino que lo hicieron mantenerse en este lugar durante varios cientos de años. El espartano Phalantos consultó al oráculo sobre la expedición colonizadora de Italia que iba a comenzar, y recibió como respuesta que tomaría Tarento tan pronto como sintiera caer la lluvia de un cielo claro. El conquistador comprendió el oráculo cuando sintió en su cuello las lágrimas de su mujer Aithra -que significa cielo claro. A Nerón le advirtió que desconfiara del año 73, pero no se refería a su propia edad sino a la de Galba, sucesor suyo, que por entonces tenía esa edad.

Pero no todo eran imprecisiones. El escéptico Creso, rey de Lidia, quiso asegurarse de la fiabilidad del oráculo antes de confiar en él, y así envió emisarios a varios oráculos para preguntarles en el mismo momento qué estaba haciendo el rey. Sólo Delfos acertó en la respuesta: hirviendo una tortuga y un cordero en un caldero de cobre. Creso recompensó al oráculo con valiosos regalos y se atrevió a una pregunta crucial: ¿qué sucedería si atacaba a los persas? La respuesta fue que destruiría un gran imperio. Pero ese imperio fue el de Creso.
Independizado en el 589 a.C. se vio afectado por las rivalidades entre las grandes ciudades y por dos guerras santas que sirvieron para saquearlo. La politización del oráculo, que protagonizó su actividad en los últimos siglos antes de nuestra era, le restó credibilidad y comenzó su decadencia. En el siglo II a.C. fue conquistado por Roma, y Nerón saqueó en torno al 60 d.C. más de 500 estatuas del oráculo. También Sila y los emperadores cristianos contribuyeron con sus expolios a acelerar el ocaso del lugar. Siendo oficialmente clausurado por Teodosio hacia 385.

El más famoso de los Santuarios
Fuera del mito, las historia nos señala que el primer templo de Delfos data de fines del II milenio antes de nuestra era. Construido en la ladera sur del monte Parnaso, está enmarcado por el acantilado de Phlemboucos, entre los cuales brota la fuente sagrada de Castalia. Los peregrinos llegan al lugar ya sea por mar, desembarcando en el pequeño puerto de Kirrha, o por tierra, franqueando el paso de Arachova. A partir del siglo VI, la cercana ciudad de Delfos comienza a obtener ganancias del paso de los peregrinos. En el 548, un incendio destruye el templo: es reconstruido, esta vez más grande y más hermoso, gracias a la suscripción panhelénica. Las excavaciones arqueológicas de Delfos comenzaron en 1893 bajo la dirección de Théophile Homolle, jefe de la Escuela Francesa de Arqueología de Atenas. Para poder comenzar los trabajos, fue necesario realojar en otro lugar a los pobladores de la zona.
Al comienzo, el oráculo se presenta una vez al año. Debido al éxito cada vez mayor, los sacerdotes adoptan un ritmo mensual y emplean dos, luego tres pitonisas. Pese a todo, los que vienen a consultar esperan muchas veces varios días antes de que lleguen a su turno. Estas jornadas son consagradas a las ofrendas, a los sacrificios y a las purificaciones. La gente se refresca en la fuente de Castalia, sobre la cual permanece grabada hasta nuestros días la frase: Al buen peregrino le basta una gota, al malo, ni el océano podría lavar su mancha. El oráculo cobra caro; la persona que consulta debe comprar un pastel muy costoso que ofrece sobre un altar, frente al santuario; luego, sobre otro altar, debe sacrificar una oveja o una cabra.

La Via Sacra ascendía con sus revueltas por el monte Parnaso hasta alcanzar el magnífico santuario de Apolo. Había un teatro de mármol blanco, un estadio con 7000 plazas, un gimnasio, y una serie de pequeños templos llamados tesoros y edificados para albergar las ofrendas con que los diferentes estados agradecían a Apolo las predicciones obtenidas. Entre todos ellos destaca el de los atenienses, cubierto de inscripciones con la gloria de Atenas y agradecimientos de sus pobladores al oráculo. Fue construido poco después de la victoria contra los persas en la batalla de Maratón (490 a.C.) y reconstruido pieza a pieza a principios de nuestro siglo.
Del templo de Apolo apenas se conservan algunas columnas. Fue reconstruido en 546 y 373 a.C. tras haber sido destruido por un incendio y un terremoto. En su interior operaba la pitonisa, aunque no se sabe exactamente dónde, y no se ha encontrado la famosa grieta de la que provenían los vapores sagrados.

Detrás del santuario hay una vertiginosa pendiente que desciende hasta el barranco de Pleistos. El valle está cubierto por el que se constituye como el mayor olivar del mundo y se prolonga hasta el mismo golfo de Corinto. El edificio más bello de Delfos se denomina Thólos y es una rotonda de columnas del siglo IV cuya finalidad aún no ha sido aclarada. Forma parte del santuario de Atenea, construido en el siglo VI y que tiene también dos tesoros y un templo del siglo IV.
El estadio es el mejor conservado de Grecia y en él se celebraban los juegos píticos. Originalmente eran un concurso musical que se celebraba cada ocho años pero a partir del 582 a.C. se festejaron cada cuatro años y comprendían certámenes poéticos y dramáticos, así como carreras y ejercicios atléticos. Al ganarlos en el 475 a.C., el príncipe siciliano Polyzelos ofrendó el famoso auriga de Delfos, una estatua de bronce de tamaño natural que se encontraba en un carro arrastrado por caballos y que fue exhumada en 1896.

Actualmente se conserva en el museo junto con otras piezas de gran interés y valor, como la esfinge de Naxos, los mellizos de Argos, el tolo de Marmaria, las esculturas de los tesoros y una copia romana del ónfalo o piedra que señalaba en Delfos el ombligo del mundo. Conozco el número de los granos de arena, y la medida del mar; entiendo a los idiotas y oigo a aquel que no habla.
Oráculos misteriosos
La historia antigua está salpicada de famosas profecóias y no se libra ninguna batalla sin haber consultado previamente al oráculo. De este modo, le vaticina a Creso, rey de Lidia, quien no se decide a atacar a un temible vecino, que un poderoso imperio será destruido. Creso intrepreta la predicción en un sentido que lo favorece y ataca. Efectivamente, en unas semanas un poderoso imperio es destruído: pero es el suyo. Este ejemplo, así como cientos de otros similares, empaña la confiabilidad del oráculo: sus predicciones son tan vagas y pueden interpretarse de tantas maneras, que no pueden ser refutadas. Se plantea la siguiente interrogante: las profecías son obra de las pitonisas, tosacas mujeres que profieren frases incompresibles, o de sacerdotes letrados que las traducen y que son conocedores de las sutilezas de la política.

En cuanto al oráculo, las opiniones de los autores antiguos están divididas. Plutarco, que fue sacerdote de Delfos, dejó numerosos opúsculos acerca de los cultos y los ritos, en los que no refuta la tradición. Heráclito y Platón también defienden al oráculo, pero Esquilo, Eurípides y Tucídides se muestran escépticos. En cuanto a Herodoto, afirma creer en el principio del oráculo, pero reconoce que Delfos no está libre de corrupción. El oráculo, que es consultado por los reyes, posee de hecho una fuerte influencia política y los poderosos están conscientes de eso. En varias oportunidades, Esparta hace divulgar oráculos desfavorables para sus adversarios: en el siglo VI, Delfos aparece como el arma estratégica de una guerra sicológica entre las ciudades.

Por el contrario, para el latino Cicerón no hay duda: en el De divinatione, denuncia al oráculo como un fraude. Efectivamente, en el curso de los siglos siguientes el mundo romano y luego el cristiano destruyen la influencia del santuario. El muy cristiano emperador Teodosio es quien lo clausurará en el año 390. Oribase, enviado en el 362 durante el breve reinado de Juliano el Apóstata para intentar restaurar el templo, ha recogido el último oráculo conocido: Dile al rey que el templo glorioso ha caído en ruinas; Apolo ya no tiene techo sobre su cabeza; las hojas de los laureles están silenciosas, las fuentes murmurantes y los arroyos proféticos están muertos.


Fuente:
www.espinoso.ORG
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